Tuesday, October 28, 2003

Es increíble tocar la piel de la espalda que aparece entre los pantalones o la falda y la camisa o la blusa. Esa piel que se enfría al estar en contacto con el aire extraño, el aire ajeno, que se pone piel de gallina pero que bajo el tacto continuo de una mano cálida se convierte un terciopelo suave, vivo, que respira. Es eléctrica. Quisiera cargar un pedacito de esa piel conmigo todo el tiempo, para prender mi red de bombillos cada vez que se apagan y el día y el todo que rodea se convierte en gris y frío, y que al prenderla, como pasa siempre, el peso desaparezca y sea una sonrisa. Una doble.