Thursday, November 27, 2003

en este momento, hay una montaña en la luna cuya sombra es cada vez más corta. Si estuviera parado, en este momento, al otro lado de esa montaña, vería amanecer sobre un desierto plateado o gris, y las incontables estrellas que antes inundaban el cielo oscuro sin titilar desaparecerían inmediatamente de mi vista.

Hace unas pocas horas viví de nuevo este sueño de mi infancia, observando a la luna creciente en medio de la cálida y amarilla bruma bogotana. Lo había olvidado por completo. Ahora los sueños son otros, esos que desplazaron a los demás despacio, asistidos por un aliado invencible: el tiempo. Me pregunto qué será de mis sueños en unos años. Me pregunto si podría tener un sueño que fuera siempre el mismo. Me pregunto, quizá, si lo bonito de los sueños está en que cambian todo el tiempo-- aunque sólo necesitemos un segundo, un olor, una imagen, una fotografía, un sonido, para recordarlos como si recién los hubiéramos imaginado.