bogotrax: tomando el pulso de una época

Es miércoles, son las 10pm. Frente a un ex-teatro que después sería cine XXX y ahora "la mejor discoteca" (como reza el letrero de neón en la entrada), me encuentro junto a otras doscientas personas frente a la puerta, en una fila que avanza cinco metros y luego se queda quieta por diez minutos. Pero la gente no se queja, fuman cigarrillos, hay una fogata, pienso: "debe ser porque es gratis... cuando uno invierte en su diversión, se corrompe". Luego ximena me hace pasar por webmaster de una nueva revista. El tipo que pronuncia "ellos cinco son prensa" logra caerme instantáneamente bien. Entramos y llegan los primeros tonos de chill-out, al lado hay una barra donde venden Heineken. Subimos al teatro, abrimos una de las tres puertas, vibra el pecho, vibra el piso, vibran los oídos, vibra todo. Hay videos que no dicen nada y a la vez dicen mucho proyectados en dos pantallas, uno cree que la música los mueve, después se da cuenta que en el fondo hay una imagen intercalada de lo que está pasando justo entonces (el sitio entra en el video, como la música entra en el sitio, en la gente, anónima); hay estrellas de colores que inundan las paredes, hay un olor dulzón absolutamente distinguible, pero sobretodo, hay dos mujeres que mueven sus manos sobre cuatro discos, que sonríen y levantan la mano y giran pequeños botones.
Están encima de una tarima, arriba y por ende lejos, como pastoras imaginadas, intocadas e intocables, saltando el abismo que las separa de mí (y de la masa de la que hago parte) con un incesante 4/4. Hay gente sola que sólo mueve la cabeza. Hay gente que se mueve descontrolada, a destiempo. Hay aplausos inaudibles, manos que se levantan como en una barra brava, hay besos, hay gente que no vería sino allí. Hay gente que se queda quieta y escucha. Vestidos de médicos, de azul, un hombre y una mujer evidentemente bisexual operan un tocadiscos frente al público, lo abren con un destornillador, desarman un circuito, le sueldan algo que no alcanzo a ver, lo cierran de nuevo y lo prenden, funciona, y la masa reacciona como si presenciara una resurrección milagrosa. Un milagro, romper un eslabón de la cadena de causas, pienso que nadie es realmente libre allí sino las dos dj que mezclan, eso me gusta. Divago entre movimientos y vibraciones. Y luego más aplausos, más cabezas que se mueven, más brazos que se agitan, y una dj de 19 años de falda larga que pica el ojo y busca otro disco, que se fusiona con todo lo que entonces está allí, allí, sólo presente.
Inmerso en los beats, no emito ningún juicio. Nada importa, a nadie hay que temerle.
Me siento tomando el pulso de una época, de mi época, de nuestra época.
escucho: You, Candlebox / Candlebox
Están encima de una tarima, arriba y por ende lejos, como pastoras imaginadas, intocadas e intocables, saltando el abismo que las separa de mí (y de la masa de la que hago parte) con un incesante 4/4. Hay gente sola que sólo mueve la cabeza. Hay gente que se mueve descontrolada, a destiempo. Hay aplausos inaudibles, manos que se levantan como en una barra brava, hay besos, hay gente que no vería sino allí. Hay gente que se queda quieta y escucha. Vestidos de médicos, de azul, un hombre y una mujer evidentemente bisexual operan un tocadiscos frente al público, lo abren con un destornillador, desarman un circuito, le sueldan algo que no alcanzo a ver, lo cierran de nuevo y lo prenden, funciona, y la masa reacciona como si presenciara una resurrección milagrosa. Un milagro, romper un eslabón de la cadena de causas, pienso que nadie es realmente libre allí sino las dos dj que mezclan, eso me gusta. Divago entre movimientos y vibraciones. Y luego más aplausos, más cabezas que se mueven, más brazos que se agitan, y una dj de 19 años de falda larga que pica el ojo y busca otro disco, que se fusiona con todo lo que entonces está allí, allí, sólo presente.
Inmerso en los beats, no emito ningún juicio. Nada importa, a nadie hay que temerle.
Me siento tomando el pulso de una época, de mi época, de nuestra época.
escucho: You, Candlebox / Candlebox