Friday, February 10, 2006

pequeño interludio al comienzo de la madrugada

Después de de darme definitivamente cuenta de que, como alguna vez me dijo Bloom, mi vida material cabe en una maleta, desenpolvar y reordenar algunos de mis libros guardados en cajas tras un trasteo está siendo algo más que divertido: me está llenando de preguntas. ¿Por qué conservo los libros? ¿No es el lugar natural de un libro estar frente a unos ojos en vez de en una repisa? ¿Están allí para que siempre esté abierta la posibilidad de releerlos? ¿O para que sea más plausible que pueda conversar con un lector visitante que descubra un título o un autor familiar? ¿Por qué hay libros que quiero más que otros? ¿Qué cinco libros conservaría, si fueran todos los que pudiera conservar?

Esta reflexión se enriqueció cuando me encontré con mi pequeña colección de discos compactos, caídos en algo de desuso por el disco duro que ahora parece (pero claramente no) contener cientos de ellos. ¡Qué rico que es sacar un folleto de un disco, leer los créditos, ver las fotos! ¡Qué desilusionante cuando el folleto no está impreso por dentro! ¿Si la música ya puede comprarse en línea, viene con folleto digital? ¿Habrá algún día en que se deje definitivamente de oprimir el botón "play"? (Nota al pie: si alguien me puede aclarar la relación entre el verbo "play" entendido como "jugar" y el verbo "play" en su sentido de botón de grabadora, estaría agradecido. Si además me explica cómo llegó eso a significar en la capital colombiana, desde los ochenta hasta nuestros días, "gomelo", "pituco" o similar, le agradezco el doble).

¿Acaso algún día se perderá por completo esta pasión romántica por el papel sensible, por ver y tocar y poner en estantes y ver antes de irse a dormir y al despertarse y al pasar?

¿Qué tan distinta es, realmente, una publicación que deja de ser impresa para pasar al vaporoso universo de los pixeles? ¿Es el papel parte del contenido sensible de un texto?


escucho: So Easy, Röyksopp / Melody A.M. --and then: Blue Monday, New Order